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jueves, 17 de mayo de 2007

LOS SIETE PECADOS CAPITALES: 3. LA LUJURIA

LOS SIETE PECADOS CAPITALES

3. LA LUJURIA.

Tradicionalmente se ha entendido la lujuria como “appetitus inorditatus delectationis venerae” es decir como un apetito desordenado de los placeres eróticos. La tradición cristiana subdividió este pecado en la simple fornicación, el estupro, el rapto, el incesto, el sacrilegio, el adulterio, el pecado contra la naturaleza, comprendiendo bajo esta última especie, la polución voluntaria, la sodomía y la bestialidad. La lujuria sería siempre un “pecado mortal” pues involucra directamente la utilización del otro, del prójimo, como un medio y un objeto para la satisfacción de los placeres sexuales.
Hay en este pecado dos grandes principios en juego: el verdadero concepto del amor y la finalidad de la sexualidad. El cristianismo –y gran parte de la tradición clásica especialmente la griega–, entienden por “amor” algo muy distinto de lo que el mundo contemporáneo comprende. El concepto de amor tiene una importancia central en el cristianismo. De hecho Dios mismo es identificado con el amor. Para el cristiano el amor es “superabundancia”, capacidad de dar y de darse, “caritas”, en definitiva: caridad, una de las tres Virtudes Teologales. De esta manera el amor implica un donarse, un darse por el otro, por el prójimo. Recordemos la segunda parte del único mandamiento que anuncia el Nuevo Testamento: “...amar al prójimo como a sí mismo”. El amor cristiano, y también el griego, está, de esta forma, desligado en su origen de cualquier tipo de sexualidad, incluso de la corporeidad. Lo erótico es una consecuencia, un plus totalmente prescindible. La casi sinonimia entre amor y sexo es producto de la modernidad. El “hacer el amor” como sinónimo de “relación sexual” es el mejor ejemplo de lo anterior. La Lujuria sería entonces totalmente contraria al amor –y a Dios– entendido en términos cristianos. El pecado de la lujuria no considera al otro como una “persona” válida y valiosa en sí misma, como un fin en sí misma por el cual tendríamos que darnos. El otro pasa a ser un objeto una cosa que satisface la más fuerte de las satisfacciones corporales, el placer sexual. Aun más, el sujeto mismo que incurre en un acto lujurioso se convierte a sí en un objeto, que olvida o suspende su propia dignidad.Por otro lado, para el pensamiento cristiano la sexualidad tiene una finalidad preestablecida, única y clara. La reproducción y la perpetuación de la especie. Esta clara finalidad da también sentido a la existencia del hombre ordenado su acción en vista del amor de Dios. La lujuria, en cambio, que no tiene en vistas la finalidad de la reproducción y que por esto pierde todo sentido, se convierte en una acción vacía, sin sentido, que de alguna manera nidifica al hombre y lo aleja del Ser de Dios.

“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12:31)
Que Dios te bendiga.
Un abrazo
Tu Amigo: Carlos Félix.

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Estimados lectores y usuarios, espero que en este video encuentres respuetas, a que camino debes seguir y que sea un medio de acercamiento a Jesús, y que sus enseñanzas calen hondo en tu corazón, para que las enseñes, las practiques y te llenen de paz, fe, esperanza y sobre todo Amor. Felicidades y Éxitos. Atte. Carlos Félix